Después de décadas dedicado a esto de la edificación un profesional debe reconocer en que tipo de debates cabe encontrar argumentos que moderen una postura y en cuales las justificaciones no pasarían de ser más que adornos de cara a la galería como ocurre en el presente caso. No pretendo alimentar el eterno debate de la lucha de competencias entre la ingeniería industrial y la ingeniería de edificación agrediendo a la capacidad técnica de unos u otros. Pero ocurre que los vertiginosos cambios que está sufriendo la legislación relativa a los procesos de construcción y edificación están evolucionando de una manera tan acelerada que parece perder cualquier indicio de racionalidad.